Hace un par de semanas estuvimos en Debate Abierto hablando sobre… bueno, ahorro y finanzas personales y todas esas cosas chéveres que hablamos aquí. Ya para el final, no recuerdo si fue Nito o Atenógenes (porque ya somos frenes y todo), quien preguntó cómo hacer para no gastar tanto en el super. Mi primera reacción fue decir “no ir al super con hambre”.
En el momento que lo dije, pensé lo pendeja que me escucharía cuando viera el programa y qué otras cosas más coherentes pude haber dicho, pero la verdad es que esa siempre ha sido parte de las reglas de vida para mi desde que he hecho super para mi propia casa, además de siempre ir con lista y comparar precios.
Dado que los niños por naturaleza son antojadizos y van echando cosas en la carretilla a veces hasta sin que uno se de cuenta, un tip recurrente para ir de super es dejar a los niños en casa, pero siendo madre de un niño de 8 años, este es un consejo que particularmente me crea disonancia. Empezando, ya es suficiente con que uno pasa más de 10 horas fuera de casa entre el trabajo y los trayectos, como para a eso sumarle la ida al super. Además que eso de hacer las compras cuando los niños están en la escuela, como he leido por ahí, solo aplica si eres ama de casa o trabajas freelance.
Según Zaida (mi mamá) y Tía Beby (la mamá de Rayza), efectivamente lo mejor es que los chiquillos se queden en casa de forma que uno pueda ahorrar tiempo y evitarse berrinches. Mi mamá fue un poquito más tajante en el sentido de que a cierta edad, los niños realmente no son tan conscientes del proceso de toma de decisiones que ocurre cuando uno va al super como para aprender cosas, por lo que no ve llevar a un niño al super como una actividad formativa, a diferencia de cuando a ella la mandaban a la tienda a comprar la libra de carne y le tocaba regresar con vuelto. Aun así, creo que hay cosas que uno aprende inconscientemente mediante la exposición, como a escoger una marca de un producto sobre otra, o incluso a ignorar por completo algunos productos.
Entonces, ¿cómo podemos hacer para deliberadamente convertir la visita al super en una actividad formativa?
Para empezar, está nuestra propia actitud hacia las tareas e ir al super es una tarea que requiere tiempo y enfoque. Si ven desde un principio que esto es algo que nos causa desagrado o pereza, ellos también lo van a ver como algo desagradable y ni siquiera van a querer acompañarnos… así como cuando era niña y mi mamá tenía alguna diligencia a la que no podía llevarme, me decía que iba al mercado público y santo remedio.
Segundo: que vayan. La repetición genera hábito. Aunque mi mamá diga que uno no aprende nada, sí me he dado cuenta de que, para bien o para mal, mis hábitos de consumo replican lo que vi y aun veo yendo al super con ella.
Ir al super con tus niños permite conversaciones sobre para qué sirven ciertos alimentos, qué nutrientes tienen o cómo llegan del productor a la mesa. Por ejemplo, Daniel sabe que las zanahorias le ayudan a tener una vista saludable o por qué no podemos llevar chocolates para hacer smores todos los fines de semana sin que que se me haga una tragedia griega en la caja.
Dependiendo de la edad, hay pequeñas tareas que puedes asignarle a tu come-arroz como buscar un producto específico, halar el numerito para pedir el queso o llevar los veggies a pesar. Incluso, llega un punto en que podemos incluirles en el “¿qué vamos a comer esta semana?” La cosa es que sean partícipes de la actividad, más que sentirse arrastrados.
Incluso, cuando voy con Daniel, él agarra su propia carretilla para sus chécheres de la lonchera. Claro, de cuando en cuando me toca sacarle algo, pero él ya está grandecito como para saber.
Lo importante de todo esto, es que desde niños empecemos a formar los buenos hábitos de consumo. Al vernos tomar decisiones sobre lo que compramos (y lo que no compramos en casa), los niños van aprendiendo. Y por eso también es tan importante que nosotros como adultos nos eduquemos también, lo que al final redundará en una vida y en un bolsillo más saludable.
Ah, y no olvides llevar tu bolsa… 😉