Entonces, ¿qué está pasando con la tarifa eléctrica?

La tarifa de electricidad va a subir. Bueno, ya subió. Esto no debería ser sorpresa ya que la tarifa se revisa periódicamente, de la misma forma que el salario mínimo se ajusta cada dos años, sin embargo el momento político y económico que vivimos, así como un factor en particular dentro del cálculo, ha causado que el malestar sea mayor que de costumbre.

En esta revisión, la cual será aplicada de julio a diciembre de este año, el ajuste será del 8.4% ($0.015 por kwh) y este tendrá un impacto directo en aquellos usuarios con un consumo desde 300 kwh al mes, lo que representa un 25% de los usuarios, en su mayoría comerciales o industriales. Mientras, el resto con consumo de hasta 300 kwh, estaremos cubiertos por el subsidio del Fondo de Estabilización Tarifaria. Ahora, estos aumentos en el sector comercial e industrial definitivamente tendrán un impacto en el aumento de productos y servicios, así que realmente no nos salvamos.

Si no sabes cuánto es tu consumo eléctrico mensual, es buen momento para echarle un ojito a la factura.

El problema no es que la tarifa vaya a subir. Esto es consecuencia de un problema político más profundo. Además de los ajustes normales que se dan en cada revisión de la tarifa, la porción en la tarifa que corresponde a transmisión incluye ajustes por la entrada de la tercera línea, la cual inició operaciones en octubre de 2017.

Esta línea de transmisión entró a operar con cuatro años de atraso. Y sí, construyó esa empresa brasileña innombrable y sí, tuvo retrasos durante su ejecución igual que todo proyecto de construcción. Pero ese no es el problema mayor. Estos cuatro años de retraso no se dieron porque su construcción fuera a paso de tortuga, sino porque el inicio de su construcción se dio cuatro años después de lo originalmente planificado. Es decir, alguien en 2009 decidió que la tercera línea no era prioritaria y su construcción se dilató hasta el 2014.

Adicional a los costos de la línea, la cual aun no está operando al 100%, están también los costos por generación desplazada y generación obligada causados por las restricciones en la línea. Esto quiere decir que, no habiendo suficiente capacidad en la línea para traer la energía de las hidroeléctricas en el oeste del país, estas se mantenían paradas (generación desplazada), o que obligaba a despachar a plantas generadoras ubicadas más cerca del centro de carga (donde se consume la energía), las cuales eran plantas que según el modelo de despacho, realmente no debían ser despachadas, pero no quedaba de otra (generación obligada).

ETESA, a pesar de ser una sociedad anónima, sufre del mismo mal que el resto de las instituciones gubernamentales: cambia el gobierno; cambia el gerente y así mismo todos los planes.

Por el momento, ETESA está buscando la aprobación del proyecto de ley 573, con el cual, entre otros cambios al sector eléctrico, la directiva de esta empresa pública pasaría a un modelo similar al del Canal de Panamá, en el cual sus directivos tienen un tiempo de servicio de 10 años, por lo que no serían sujeto (en teoría) de cambios por caprichos políticos. Esto es de vital importancia dado que las expansiones del sistema se planifican a 20 y 30 años, y estos no se pueden ejecutar si cambiamos el muñequito cada cinco años.

¿Nos gusta que suban la electricidad? ¡Claro que no! Pero este no es el problema principal, sino una consecuencia de algo mayor.