Superando a mi ex

Dicen por ahí que uno no habla de los ex ni para bien ni para mal, pero a veces uno pasa tanto tiempo con alguien que se hace muy difícil no hacer comparaciones o referencias a esos tiempos que ya no son, aunque sea para echarle flores al actual. Así mismo pasa con los trabajos… a veces.

Si el mundo laboral fuera una Netflix Originals, mi ex fuera el deportista estrella que es el alma de la fiesta y para rematar es académicamente aventajado. Nos queríamos mucho (al menos eso pienso), aprendimos un mundo juntos y a pesar del laaaargo tiempo que llevábamos, no parecía que la relación iba a ningún lado, así que cortamos por lo sano y aun nos llevamos bien.

Mi actual es el tímido bonachón que acumula éxito a lo calladito y que milagrosamente cuando se quita los lentes descubres que es un pay así como el personaje de Rachel Leigh Cook en “She’s all that” (aquí yo tirando la cédula con mi referencia de movie noventera).

Pasa que el star athlete y el cute nerd son del mismo grupo de amigos (misma industria), lo que hace más difícil todavía el no contrastarlos o incluso, que venga alguien a querer saber la cocoa de por qué rompí palitos con el anterior, como pasó con un compañero quien estando yo recién entradita a mi trabajo actual (ya hace un año de esto), me preguntó cómo alguien como yo se había ido de una empresa como en la que estaba. Resulta que dentro del sector en el que trabajamos, mi ex tiene reputación de pagar bien, tener beneficios super competitivos y que la gente duramente se va de ahí por cuenta propia (todo eso es cierto). Además, los resultados del trabajo de mi área eran visibles fuera de la empresa y creo que a esta persona le llamaba la atención escuchar la historia de alguien que fue parte de que todo eso fuera posible. (Aquí entre nos, esta última oración me costó escribirla con eso de que no ser modesto el mal visto, pero si yo misma no me tiro bombo, nadie lo va hacer por mí).

La cosa era que me faltaba algo y me cansé de esperarlo (y no es que no lo hubiese pedido expresamente). Era, como le llama Jessica Bennett en su libro Feminist Fight Club, la ever-faithful, o la que siempre tiene fe: esa que no busca otro trabajo porque quiere demostrar su compromiso, pero nunca obtiene la promoción que esperaba.

Ahora, todos esos beneficios de mi trabajo anterior los tengo también en el actual, pero de diferentes formas. Por ejemplo, en mi trabajo anterior te pagaban 50% del gym mientras que acá tenemos un gym en la oficina y trainer que va tres veces por semana (a veces siento que van pal cielo y van llorando). Para rematar, el ambiente es taaaaaaan relax y la gente es super productiva.

Confieso que aunque a veces extraño el corre-corre de antes, donde estoy cuento con procesos claros, me siento apreciada y tengo muchísima más flexibilidad y autonomía, que era lo que buscaba cuando salí de mi primera experiencia en esta industria, hace ya tres años y dos trabajos de por medio. Ahora, con este aprendizaje en mente, les comparto tres tips sencillos para seguir tu camino sin bruscas:

  1. No hables de tu ex.
  2. Abraza tu nueva realidad y evita comparaciones negativas (las positivas también)
  3. Si encuentras áreas de mejora, investiga si estás en posición de contribuir. Sino, let it go.

Como dice mi mami, para atrás ni para coger impulso.

A veces toca dejar que el bonachón se quite los lentes 🙂

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