En las últimas semanas el clan Lezcano ha tenido una serie de eventos desafortunados con el IDAAN:
Round 1: Mi mamá fue a poner un reclamo porque nos estaban cobrando un monto por consumo en la casa de la playa, cuando solo deberían cobrarnos por el medidor ya que tenemos pozo. Terminó mandando a quitar el medidor.
Round 2: Luego, mi hermana no lograba que un alma le contestara en Atención al Cliente, así que se fue a la sede del IDAAN a averiguar por qué no llega la cuenta a su local. Afortunadamente tenía crédito a favor, pero aun no resuelve la cuenta que no le llega. Medio mundo le saltó en Facebook con la “noticia” (porque ya hace varios días estamos en esas), de que hay paro y ella ni por enterada. En su defensa puedo decir que la pobre se levanta antes que los pollitos, mucho antes de que el inquisidor de las mañanas empiece a despotricar en la tele y regresa super tarde, así que sentarse a ver cualquier noticiero está fuera de la agenda. Por el lado amable, tenemos ya múltiples recomendaciones para saber la cuenta y/o pagar y yo me comprometí a hacerle su news briefing.
Round 3: El sábado quedé trancada en Vía España porque los trabajadores del IDAAN decidieron marchar “en defensa de su institución”, deteniendo el tráfico ya de por sí insufrible de esta ciudad, aun en fin de semana. Para rematar, se me quiso tirar un diablo rojo con una bandera del SUNTRACS, así que no me sorprendería que haya mano roja por ahí.
Las razones del paro, aducen los funcionarios del IDAAN, es la falta de equipos, insumos e incluso pagos que se les adeuda. Pero, ¿qué esperamos si hay $72 millones sin cobrar?
Si el agua es un servicio público, tal como la luz y el teléfono, ¿por qué esta situación sólo se da con el IDAAN? Porque la luz y el teléfono operan de forma privada.
Si naciste entre el 84 y el 88, es posible que recuerdes cómo era la vida cuando existían el IRHE y el INTEL, las empresas estatales que brindaban los servicios de electricidad y telefonía en Panamá respectivamente.
En los 90 se abrieron los servicios públicos a la participación privada, pero solo para luz y teléfono. El INTEL se mantuvo como una sola empresa de capital mixto, sin embargo, en el caso del IRHE, el cambio fue más complejo. El consumidor final empezó a tratar directamente con las distribuidoras de su zona, (Elektra Noreste o EDEMET-EDECHI), pero los procesos de generación pasaron a operar en mercados regulados, mientras que el de transmisión quedó 100% estatal.
De cuando en cuando escucho a alguien de la vieja escuela chillando sobre cómo todo era mejor con el IRHE y el INTEL, siendo el precio el argumento más común. Sí, se pagaba menos, pero no conocíamos el costo real que pagaba el país por esas falencias administrativas y la burocracia estatal.
Cuando entré al sector eléctrico, hace ya nueve años, aún no se jubilaban los últimos survivors del IRHE, quienes me contaron cuentos de terror de cómo reutilizaban piezas ya desechadas para hacer reparaciones en las plantas y entendí que no era que la luz “se iba”, sino que los apagones eran programados porque el sistema no tenía capacidad de soportar el consumo. Mientras tanto, el país continuaba creciendo, pero el último gran proyecto de la época del IRHE, Fortuna, había sido construido en 1984 y no se dieron inversiones de envergadura hasta después de 1998. Aun hoy estamos llenando huecos de todo lo que se dejó de hacer en esos 14 años.
Hoy Panamá está en el escalón 50 de 137 y 3 para Latinoamérica y el Caribe, del Índice Global de Competitividad del World Economic Forum. Esta ponderación contempla 12 pilares, incluyendo infraestructura, en el cual Panamá está en el escalón 37. Según el WEF, esto va ligado a la eficiencia de los servicios eléctricos (56) y la penetración de la telefonía celular (6) e infraestructura portuaria (6), la cual también en Panamá es operada con modelos mixtos o privados.
Aquí es donde digo que el que sea un servicio público, no quiere decir que sea gratuito. Hablamos de equipos enormes y sofisticados de uso intensivo que proveen un servicio que nuestra expectativa es que esté disponible las 24 horas y es vital para que ese progreso que hoy vemos sea realidad. Claro que se requiere plata para pagar los mantenimientos predictivos, repuestos, expansiones y por supuesto, para pagar salarios competitivos al recurso humanos que lo hace posible y nada de eso pudiera hacerse si siguiéramos pagando la bicoca de los tiempos del IRHE y el INTEL.
Para hacer una comparación justa, solo en 2017, las empresas que operan Bayano y Fortuna han pagado unos $45 millones al Estado en dividendos, habiendo invertido más de $1,000 millones desde la privatización para mejorar sus operaciones y aumentar su capacidad de generación. En contraste, tenemos una segunda línea de transmisión estancada, y tres apagones nacionales solamente este año. Incluso hoy día, salen los ingenieros fresquecitos de la UTP que llegan a trabajar, aprenden lo que tienen que aprender y se van por salarios más competitivos.
Nadie ha hablado de privatizar el IDAAN, pero no deja de resurgir el cuco cada vez que alguna potabilizadora se va a la porra. Viendo todo esto, no me parecería tan trágico que se privatice a ver si se ponen en something.