Dígame Licenciada

Esta su servidora creció detrás de un mostrador de farmacia. De cuando en cuando mi mamá me llevaba con ella al trabajo y me ponía a llenar envases con pastillitas de ácido fólico para que tuviera oficio.

Veía a mi mamá y quería ser como ella. Recuerdo que me ponía su bata de farmacéutica y decía que yo era la Licenciada Zaida Lezcano y más de una vez llamaron de la escuela a la licen de verdá porque recetaba y suministraba medicamentos a mis compañeros… nada peligroso, solo benadryl para los mocos y una pomadita para las picadas de mosquito.

En el sector salud, donde mi mamá trabaja, y entiendo que es igual con los abogados, es muy común escuchar a la gente dirigirse una a otra como “licenciado” o “licen”, pero no lo es tanto así en el sector privado, así que la verdad no estoy acostumbrada a ese tipo de tratamiento.

Hay una mamá en el grupo de whataspp del salón de Daniel que las veces que ha intervenido en las escasas dos semanas que van de clase se ha identificado como “La Licenciada Juanita Pérez” (y así mismo tiene su nombre en el perfil).

En el entorno donde esta persona y yo convergemos, debido al nivel adquisitivo (o de sacrificio) que te impone tener a un chiquillo en un colegio como en el que están los nuestros, asumo que todos somos profesionales en cierto rango de edad y tenemos como mínimo licenciatura, así que el identificarte como “el licenciado” realmente no te hace especial. Además, lo que realmente nos interesa saber es si eres la mamá de Jorgito o de Teresita.

“¡Hola! Soy la magister Susana Lezcano”. ¿Qué tan ridícula me escucharía si fuera por la vida presentándome así? Mi nombre no cambió en el momento que me dieron ninguno de mis diplomas, y eso que me han dicho que estoy más graduada que un termómetro.

Uno no necesita un título universitario para tener éxito, pero sí te facilita la vida y esa época en la que decir que eres un licenciado era la gran cosota hace mucho que pasó, así que no veo la necesidad de incluir el adjetivo como si fuera parte de tu nombre.

Estas identificaciones por título impactan tus relaciones en el mundo laboral y cómo lo miran a uno en el momento que te refieres a otros independientemente del seniority como “el señor” o “la licenciada”, y esto, al menos para mí, no tiene nada que ver con el respeto que puedas tenerle (o no) a este colega.

En lo personal, me suena como que estás exaltando la antigüedad o la jerarquía de esta persona yuxtaponiéndolo con la propia, cuando, y esto lo digo a calzón quitao, esta persona es un colega con la misma capacidad que tú, e incluso con la misma fragilidad dentro de la cadena alimenticia si no es el dueño del negocio. La forma en que te proyectas en tu interacción con tus colegas tiene mucho peso, en especial cuando tratas con gente con una diferencia de edad considerable y no quieres que te vean ni te traten como un pelaito.

En la universidad a la que fui, a los únicos profesores a los que se les llamaba por su título académico eran aquellos con Phd, que eran “Doctor” y los que no, eran “Mister”. Tuve un profesor que incluso luego de haber obtenido su doctorado se presentaba por su primer nombre. A secas. Claro, se trata de un entorno donde se estima la experiencia y la competitividad más que la jerarquía.

Habrá gente que diga “cónchole, pero si el título le costó” y nadie desmerita el logro, sin embargo el diploma, al final del día, es una evidencia de que pasaste por un proceso mas no es el objeto del proceso en cuestión. Este no es un indicador de tu valor dentro de una organización ni dentro de la sociedad, ni mucho menos de tu valor como ser humano, así como tampoco lo es el auto que manejes ni el bordado en tu camisa… hay muchos imbéciles por ahí con título y no son ni la mitad de competentes que gente que por circunstancias o incluso por elección han obviado la ruta académica.

Al final no estudié nada ni parecido a farmacia, pero de vez en cuando me preguntan por referencias que consulto a mi mamá. Ella siempre será la “la licenciada Lezcano”.

2 comentarios sobre “Dígame Licenciada

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